ABOGADOS Y CIBERNETICA

(Artículo periodístico publicado en Diario LaNacion.com.ve el viernes 16 de octubre de 1998. Hoy se reedita a próposito de la firma electronica promovida por el Comandante Presidente HUGO CHAVEZ).

El pasado 4 de septiembre el presidente Bill Clinton fue el primer mandatario en el mundo que uso el sistema de algoritmo RSA (Clave de encriptación Pública) para suscribir un convenio sobre comercio electrónico empleando una firma digital.

En un acto que pasará a la historia del comercio electrónico, el presidente norteamericano y el primer  ministro de Irlanda, Ver Aherm rubricaron juntos un comunicado electrónico para la web (Internet). Los 2 líderes usaron tarjetas inteligentes que contenían un algoritmo RSA para estampar las firmas y darle autenticidad al “documento”. No en vano la Asociación Americana de Abogados (A.A.A.) había venido planteando insistentemente, en un esfuerzo por llevar a los Notarios Públicos al siglo XXI, la creación de una nueva subespecialidad jurídica que se llamaría “Notariado Cibernético”.

Estos abogados además de los conocimientos jurídicos y legales pertinentes deben tener conocimiento informáticos y computacionales y su función sería verificar la autenticidad de los “documentos electrónicos” de transacciones comerciales nacionales e internacionales. Parte de su trabajo sería asegurarse de que la “Firma Digital” o código especifico sea genuino.

Vemos como, hoy día, el uso de las firmas digitales irrumpen en el mundo comercial y financiero internacional y es de predecir que esta practica será común en los próximos años.

La era cibernética y las avanzadas comunicaciones electrónicas, plantea nuevos desafíos para el abogado moderno, que aspira que nuestras universidades e institutos jurídicos promuevan la capacitación en esta novel disciplina que ingresa a los temarios  de la cibernética jurídica.

DERECHO Y RAZON

La historia del pensamiento occidental comienza con el descubrimiento del logos, en el sentido de la razón o pensamiento racional; es decir, comienza con el uso de la razón como único medio para la comprensión del mundo y el hombre; Hasta entonces se vivía de ciertas formas de pensamiento mágico religioso y, en ellas, la Justicia no era algo precisamente racional, porque se hallaba sometida a concepciones irracionales, inhumanas, como los “juicios de dios”, la “ley del Talión”, etc.

                En  el hombre, al comprobar que existían diversas interpretaciones surgió el deseo de querer hallar algo que sea completamente cierto y válido, sea cual fuere el lugar, época, raza o religión; entonces devino la razón como único instrumento para la comprensión tanto de él mismo como del ambiente que lo rodea. El “Milagro Griego del Logos” consistió en usar la razón como único medio indubitable para la interpretación de la realidad y esto permitió que la Justicia, en forma paulatina, se guiase por el pensamiento racional. Razón y Justicia vinieron a ser dos valores necesarios para el posterior desarrollo del Derecho.

                La manera de hacer Justicia mediante el uso de la razón, modernamente ha llegado a encomendarse su ejercicio al Estado, para que la realice mediante sus órganos jurisdiccionales. En el devenir histórico de esa administración de Justicia en los países en vías de desarrollo, Venezuela a dado un salto cualitativamente impresionante, y la novísima Constitución Bolivariana, como suprema fuerza normativa establece que nuestra República,   es un Estado de Derecho y de Justicia, sometido a su imperio en el sentido de alcanzar una calidad de vida digna, desarrollo humano y progreso integral para sus habitantes.

                En ese contexto general y de principios, la Justicia Judicial debe estar consustanciada con la realidad política, social, económica y jurídica, para alcanzar la felicidad como derecho humano intangible que permita la convivencia y la paz social. En este sentido las decisiones judiciales supremas no admiten apelación alguna, por ello deben estar preñadas de sentido común y equidad, no llenas de retórica y barroquismo intelectual. Por ello debemos abogar por borrar de una vez por todas, el paradigma cartesiano y petrificado del Derecho de los siglos pasados, para buscar indefectiblemente la Justicia, como fin último en un Estado moderno e innovador, lleno de talento humano y de potenciales recursos como el nuestro. No se puede sacrificar la Justicia por la omisión de formalidades no esenciales, pues ellas no tienen un fin en si mismas, están puestas al servicio de una idea: la Justicia y consecuencialmente la paz, el “orden socialmente necesario y moralmente justificable” de la República.

ABOGADOS Y TIEMPO TRANSFORMATIVO

La historia de la civilización nos enseña que el progreso de un pueblo depende fundamentalmente de las instituciones jurídicas que lo rigen. Si garantizan los derechos legítimos de los hombres y las formas de convivencia social, el progreso material y espiritual de la sociedad, es su resultado lógico. Del mismo modo, la historia nos indica como la fuente de esta disciplina, la ciencia jurídica, no puede ni debe permanecer ignorante ante la realidad política y social de tanta trascendencia que acosa a la población venezolana, sin traicionar su propio cometido y negarse a si misma.

Fueron los Romanos, quienes crearon las piedras básicas de la ciencia jurídica, los fundamentos sólidos e inconmovibles por el cual se rigen los pueblos modernos del orbe. El Derecho es necesario e indispensable; sin él la paz, el buen concierto y el progreso de las naciones sería utópico. Por ello, en la Venezuela de hoy, el abogado esta llamado ser un verdadero “director de hombres”, no bastando conocer el derecho y dar a cada caso la solución legal a los problemas que se someten a su juicio, sino reconociendo que su función es social y particularmente regida por principios éticos y  morales. “El Derecho nos enseña, el respeto omnímodo e incondicional, el culto permanente y sincero, concebido y fundado, no por hombres efímeros y falibles, sino por Dios cuyos juicios son siempre reflejos de la verdad”, como bien lo expresa el Padre Uria.

Por ello, cuando se afirma que los romanos nacieron para el Derecho, como los griegos para la filosofía, estamos reconociendo que el abogado cumple un importante papel en la vida de los pueblos. Así, en Roma, los jurisconsultos gozaban de renombre y autoridad excepcional y ejercieron durante siglos influencia que sin exageración puede llamarse preponderante. No es más que ayudar a otros por medio del dictamen y del consejo; implica el conocimiento profundo, perfecto de las leyes y disposiciones vigentes. Cuando Ciceron nos deja como legado la frase: “Est domus, iurisconsulti totius oraculum civitatis, es la casa del jurisconsulto el oráculo de toda la ciudad”, nos indica la grave y extrema responsabilidad que el abogado ha ejercido en la vida social y política de los pueblos.

            Hoy más que nunca,  el abogado se encuentra en la cresta de la ola social y política. El jurista aparece ante los medios de comunicación instantáneos y escritos a cada instante, tratando sobre la complejidad de la crisis, especulando muchas veces interesadamente para tratar de justificar su existencia, dejándose arrastrar por el utilitarismo, cuando su deber ético y moral lo obliga ha velar por el conjunto de ideales supremos que deben orientar la sociedad en general para que el Derecho pueda realizar su elevada misión de armonía, progreso y bienestar social.